Las redes sociales nos han atrapado de manera inusual, sin
precedentes. Usamos tanto los medios de conexión social al grado de, incluso,
sugerir su prohibición en sitios de convivencia habitual como bares y algunos cafesitos.
Es de esperarse que, al no interactuar físicamente con
nuestros interlocutores, nuestras ideas son expresadas sin filtros que permitan
demostrar nuestra honestidad respecto a lo que opinamos sobre ciertos temas ya
que, incluso, no sabemos si los perfiles con los que interactuamos corresponden
a quienes se dicen ser.
Dentro de estos espacios, donde la sociedad convive
virtualmente, uno de los temas de mayor recurrencia es la política u otros que
son lanzados “al ruedo” por “influencers”; que son expertos en “encender la
mecha” para generar debate entre quienes frecuentan dichos sitios.
Tal nivel de interacción provoca un desapercibimiento entre
lo que sucede en realidad y el ámbito virtual. Esa barrera digital se vuelve un
escudo que nos da valor para “aventar la piedra y esconder la mano” para debatir
en línea, o no hacerlo si no nos da la gana. Por esta razón, innumerables
usuarios de las redes nos aventamos a hablar de “alta política”. Lo que sucede
a continuación se vuelve un revoltijo, obviamente después de leer noticias o
ver videos, que ahora pueden difundirse sin siquiera tomarnos la molestia de
revisar su origen y certificar su veracidad.
(Ciudadanía)
Resulta lamentable que, en sociedades que aspiran al
desarrollo, no nos pongamos de acuerdo ante la recurrente desinformación. Pero
lo más severo es que creamos que nuestro papel es juzgar a los actores
políticos que figuran en la escena, sin antes analizar los actos que, día a
día, ejercemos como ciudadanía.
Tal es el caso de los que insultamos, criticamos y
comparamos a los políticos sin antes resolver que tiramos basura y otorgamos
“mordidas”; no respetamos las reglas del tránsito y no vemos a transeúntes y
ciclistas desde nuestro auto; no denunciamos y no conocemos nuestra
legislación; etcétera… Para no caer en lo mismo, debemos de vernos a la cara,
interactuar y respetarnos como ciudadanos.
Curiosamente a esta descripción aplica el siguiente dicho
popular: “Como te ven, te tratan”. Y como es costumbre, después de exponerle
este pensar al conductor del taxi, la pregunta fue:
-¿Entonces como le hacemos?-
Contesté…
–Logremos que el policía, el Alcalde, el Presidente
municipal, servidores públicos y políticos nos miren diferente.-
-¿Pero cómo?- El conductor insistió.
-Pues respetemos las reglas del juego: aprendamos los
reglamentos y normas que nos rigen como sociedad, no tiremos basura, respetemos
las reglas de convivencia, etcétera…-
-¿Y entonces?- El conductor cuestionó nuevamente.
-El policía no te verá como una víctima a la cual puede
sobornar; el Presidente municipal se preparará para servir a un pueblo
consiente y demandante; el Alcalde tomará en cuenta las propuestas de los
colonos; los servidores públicos te verán a los ojos con respeto y valoraran su
trabajo y; el político será un serio y sobresaliente ciudadano que nos
represente con dignidad y congruencia, ya que habrá una estructura firme que no
le permitirá lo contrario.-
Esta reflexión, me inclina a sugerir que no hablemos más de
lo que nos sugieren “los del cuarto poder” o los populares en redes sociales.
Compartamos lo bien que hacemos las cosas y demostremos lo propio en la vida
real.
Recordemos como pueblo, como sociedad, lo solidarios que
somos en momentos de crisis; seamos ahora solidarios en momentos de transición
política. Recordemos que una democracia en las circunstancias actuales no es
democracia, sin embargo está en nosotros construirla.
Lograr este cambio nos permitirá ver, finalmente, a nuestros
representantes políticos trabajar con honestidad y así no volverán a robar,
corromper y gastar nuestros recursos para desahogar ambiciones personales. No
caigamos en su juego, no permitas que su ejemplo desaliente tu convivencia con
los que no nos encontramos en la
“alta política”, hablemos de nosotros y lo poderosos que somos como sociedad
unida.
EHR
Mil palabras dicen más
que una imagen.